Programa

Economía Política CNBA - Propuesta Ricardo Romero

Presentación

El curso está estructurado para el calendario académico del Colegio y en base a los contenidos mínimos del Plan de Estudios, que se compone de tres partes y seis unidades.

El abordaje de la materia se realiza bajos dos ejes generales. En primer lugar: se exponen las diferentes corrientes teóricas del pensamiento económico, delimitando el campo de “lo económico” y la forma de abordaje del mismo, realizado por parte de la Economía Política y la Economía. Incluyendo algunas visiones de economistas argentinos. A la vez, los conceptos elaborados por las distintas escuelas se estudiaran directamente desde las fuentes bibliográficas, se analizarán su aplicación práctica tanto en su contexto histórico y como en la actualidad.


En segundo lugar, se profundizan los conocimientos aportados por el instrumental teórico y técnico desarrollados por la macroeconomía y la microeconomía. A su vez, se delimitan los mecanismos de Políticas Económicas en materia fiscal, monetaria y de comercio internacional. Se indaga sobre la formación de la economía moderna en general y la evolución de la historia económica argentina en particular. Se busca desplegar los conocimientos adquiridos, en la búsqueda de un análisis crítico al desarrollo económico actual y la viabilidad, o no, de políticas económicas alternativas.

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Plan de Trabajo

Propuesta Ricardo Romero

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Modalidad de cursada

Multimedial

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lunes, 12 de septiembre de 2016

Modelo Agroexportador

Modelo Agroexportador


Elaborado por: Daiana Bacman yTomás Palmisano


Introducción


Antes de comenzar a desarrollar las características del modelo agroexportador es necesario aclarar que tanto esta clase como la siguiente se basan en la utilización de una forma de ordenamiento de la realidad específica que está por detrás del concepto de “modelo”. Un modelo económico es “una representación o propuesta proposicional o metodológica acerca de algún proceso o fenómeno económico.” Es una representación ideal o simplificada que ayudan a la comprensión de sistemas reales más complejos que permite hacer afirmaciones generales sobre la realidad que representa, y en eso reside su valor, que siendo más fácilmente comprensible que la propia realidad que modeliza. Un buen modelo económico requiere de Simplificación y Selección de los aspectos relevantes. Esta definición se acerca a la de Max Weber (2006) sobre el tipo ideal entendido como una construcción teórico-metodológica de carácter utópico en tanto circunscribe un conjunto ordenado y no contradictorio de conexiones conceptuales obtenidas a partir del realce conceptual de ciertos elementos de la realidad: uno o varios puntos de vista; heterogéneos fenómenos singulares, difusos y discretos; fenómenos que encajan en aquellos puntos de vista; etc. En palabras del autor, la relación entre el tipo ideal y “los hechos empíricamente dados de la vida consiste exclusivamente en esto: allí donde en la realidad se comprueba o se supone que en algún grado operan de hecho conexiones del tipo abstractamente representado en aquella construcción […] podemos ilustrar y volver comprensible pragmáticamente la especificación de tal conexión en un tipo ideal” (Weber, 1973: 79). El aporte de esta herramienta metodológica se encuentra por tanto en la posibilidad de confrontar este “núcleo conceptual” con ciertas variables registradas en lo empírico y de esta manera proponer una determinada lectura de la vasta heterogeneidad que conforma lo social.

Entendiendo esta particularidad, y antes de adentrarnos en la variable que consideramos más relevantes para la materia, consideramos pertinente dar algunos detalles generales del Modelo Agroexportador.

Características generales

Período de tiempo

1880-1930


Tierra

Uno de los hitos que puede considerarse como fundantes de este modelo económico fue la “Campaña al Desierto” que se desarrolló entre 1878 y 1885. Por medio de una violenta avanzada militar que dejó como saldo la muerte y el desplazamiento de miles de personas pertenecientes a los pueblos indígenas de la zona centro-sur y norte de Argentina. En términos productivos, este proceso produjo la ampliación de la frontera agraria y su articulación con la creciente demanda internacional de productos primarios. Las tierras incorporadas al mercado se encontraban ya distribuidas previamente a partir de un empréstito internacional solicitado para financiar la movilización militar que afectó 10.000.000 de hectáreas. El resto de las tierras, que algunos autores ubican en torno a las 40 millones de hectáreas, se remataron en diversas circunstancias y en 1885 se otorgaron como premios a los militares participantes de acuerdo a su grado militar y a los proveedores del ejército. Como resultado, aumentó la importancia de la gran propiedad y de la clase terrateniente que logró acrecentar sus posesiones.

Fuertemente articulada a esta expansión territorial, hay un creciente desarrollo de la infraestructura y las comunicaciones, de las cuales el ferrocarril es el ejemplo más notable.


Tierras anexadas a partir de la Campaña al Desierto


Recuperado de https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2008142

Condiciones políticas

A partir de la década de 1880 se consolida la supremacía político-militar del Partido Autonomista Nacional (PAN) a partir del ascenso de Julio Argentino Roca quien había acumulado importante capital político tras la Conquista del Desierto pues fue uno de los principales impulsores en su rol de Ministro de Guerra. Durante los sucesivos gobiernos del PAN, el Estado fue un actor fundamental en la creación de las condiciones de consolidación del modelo agroexportador en un contexto de estabilidad política (al menos al interior de las elites) y crecimiento económico. Con el fortalecimiento del aparato militar y el creciente desarrollo de algunas instituciones el Estado fue capaz de garantizar “paz y orden” siempre atento a las demandas rurales aunque no exento de conflictos sociales diversos

Tras años de la hegemonía del PAN y luego de la instauración del sufragio secreto, universal y obligatorio, se consolida una nueva fuerza política: la Unión Cívica Radical.

En lo que respecta a las vertientes del pensamiento económico, durante la mayoría del período hubo una hegemonía del pensamiento económico librecambista que defendía la distribución internacional del trabajo anclada en las ventajas comparativas. En este contexto, por la abundancia y fertilidad de sus tierras, Argentina debía orientar su economía a la producción agropecuaria.


Sociedad

También a partir de 1880 y hasta 1930 se registra un importante proceso de inmigración masiva que permite suplir paulatinamente la demanda de mano de obra en el sector rural y urbano. Más allá de la dinámica floreciente del mercado de trabajo, la creciente desigualdad social, que quedaba más en evidencia en las diversas crisis cíclicas, generó constantes conflictos sociales disparados por las condiciones de vida y trabajo de los sectores populares. Esta polarización se hizo manifiesta en las pautas de consumo y de vida de los sectores dominantes conectados con la propiedad de la tierra y las empresas del modelo agroexportador y las poblaciones urbanas (cuyo ejemplo arquetípico es la vida en el conventillo) y rurales (que muestran sus mayores tensiones en el paro de arrendatarios de 1912 conocido como El grito de Alcorta).


Economía. El rol del sector externo

La incorporación al mercado mundial de nuevas extensiones fue a la par de una fuerte valorización de la tierra por la expansión de la ganadería vacuna y la agricultura granaria y el crecimiento del comercio exterior. La división internacional del trabajo imperante durante


la mayor parte del siglo XIX y comienzos del XX estuvo signada por la primacía de Gran Bretaña.


Cuadro 1





Fuente: Rapoport, 2006, p. 78.



Para el caso de las exportaciones argentinas, Gran Bretaña fue paulatinamente ganando peso porcentual desplazando a Francia y Bélgica al punto que para la década de 1910 ya absorbía más del 25% de los productos nacionales vendidos al exterior. La composición de esas ventas estaba concentrada en mercancías agropecuarias producidas principalmente en la región pampeana y el Litoral: carne vacuna y ovina, y cereales como el trigo, maíz y lino. En el caso de las importaciones, el crecimiento poblacional se conectó con la presión exportadora de los países industrializados más allá de las fronteras europeas y Argentina funcionó como un mercado interesante para el excedente de manufacturas. Como muestra el cuadro 1, el rubro más importante de productos comprados en el exterior correspondió en la época a los bienes de consumo (textiles), seguido por los bienes de capital (material ferroviario) y materias primas (materiales de la construcción y carbón).


Cuadro 2



 Fuente: Rapoport, 2006, p. 80.


 Avanzando en los componentes del Balance de Pagos, entendido como el registro de las transacciones económicas internacionales, y luego de haber reconstruido someramente la balanza comercial, proponemos avanzar con los componentes del Balance de Capital. En este punto vale la pena destacar el fuerte componente de las inversiones extranjeras directas que se orientaron a los ferrocarriles, frigoríficos (Trust de Chicago), obras públicas portuarias y sanitarias, construcción de viviendas. En este punto se hace evidente las dificultades que se originaron a partir de la creciente influencia de la economía norteamericana en Argentina pues tenía una canasta de productos de exportación similar a la nacional (economía competitiva) pero a su vez logró paulatinamente aumentar la colocación de productos manufacturados en el país generando un fuerte desequilibrio de la balanza comercial entre ambos. Además, tras la Primera Guerra Mundial se produjo una intensa corriente de inversiones de Estados Unidos hacia Argentina en sectores productivos de bienes de consumo básicos e intermedios a la vez que incrementaba la compra al país del norte de hierro, acero, maquinarias, etc.

Es importante destacar que según Rapoport (2006) la calidad y cantidad de datos disponibles hacen muy difícil calcular el monto del endeudamiento argentino., pero en términos generales, el Estado utilizaba diversos mecanismos de endeudamiento externo que estimulaban los procesos de expansión pero también traían fuertes consecuencias en los momentos de crisis.


A partir de la Primera Guerra Mundial se produjo un reacomodamiento de las potencias hegemónicas globales que tuvo al ascenso de Estados Unidos como principal resultado. En términos económicos, esto implicó una creciente participación de la economía norteamericana tanto en la exportación de productos primarios como bienes de capital. Más aún, la política de sostenimiento del patrón oro, y las dificultades británicas tras la posguerra, obligaron a que Estados Unidos actuara más profundamente en el sostenimiento de la estabilidad monetaria global. Mientras duró el crecimiento sostenido norteamericano de la década de 1920 la situación mundial se mantuvo estable pero la crisis de sobreproducción que bajaría los rendimientos económicos que culminó con el crack de la bolsa en 1929 puso en tela de juicio tanto el orden económico global como los paradigmas económicos hegemónicos. En nuestro país, la crisis pone en evidencia la profundidad de la vulnerabilidad externa que se sumó a un estancamiento relativo del agro pampeano a partir del registro de la caída de la tasa de crecimiento. Frente a la inestabilidad de precios y producción se avanzarán con algunas políticas regulatorias como la creación de la Juntas Nacional de Granos y la de Carnes entre otras.


Política fiscal

El país está en constante déficit. No hay crédito interno ni externo. Pues, ¿de dónde se sacan los recursos para atender los gastos que actualmente se hacen?. Los impuestos no es posible aumentarlos por el momento, porque en la situación en que se encuentran el comercio y la industria sería precipitar su ruina. No queda otro recurso que someterse a una vida frugal, casi franciscana, para que, por medio de la economía se puedan pagar las calavereadas anteriores. Debe colocarse a la administración en un pié de moralidad y orden que le permita recobrar el crédito que hoy le falta. Deben convencerse los vividores de la política, los que hacen gala de haber servido al país; cuando no han hecho sino vivir a costa de él y por consecuencia de los contribuyentes. Ya hizo crisis la enfermedad, hoy el país está en completa anemia, no podrán seguir chupándole la sangre, pues en vez de sacársela hay que reconfortarlo para que pueda vivir y recuperar su salud. Se hacen ilusiones los que creen que podrán seguir politiqueando de forma antigua y que el país da para todo. Han matado la gallina de los huevos de oro y deben resignarse a trabajar, ya se acabó la época de la jauja y los placeres. El trabajo y la honradez serán lo único que regenerará a nuestro país (Sixto Quesada, fundador del Banco Popular Argentino, en “Historia de los bancos”, Buenos Aires, 1901)


Para comenzar a analizar la política fiscal del Modelo Agroexportador, es necesario contextualizarlo, como planteábamos en la introducción, como la etapa siguiente a la de la consolidación nacional, y hay que recordar que la cuestión de los recursos, los tributos, el control de las aduanas, fue uno de los puntos de conflicto entre Buenos Aires, el gobierno central y las provincias. En ese sentido, la etapa de consolidación nacional, previa al MAE significó en lo fiscal la institucionalización de un sistema fiscal nacional, aunque también fue una etapa de necesidades de construcción de infraestructura y de desafíos bélicos que superaban las embrionarias posibilidades de recaudación y control por parte del incipiente


Estado nacional. Es entonces con un antecedente conflictivo con el que se desarrolla la política fiscal del MAE; junto a un contexto político-económico de escaso control del accionar gubernamental y de estrategias especulativas de la élite gobernante; fue creciente el endeudamiento público y privado, culminando en la crisis de 1890, que implicó la caída en default y muchos años para su recuperación.

El principal aporte a las arcas públicas proviene, en todo el período, de los recursos aduaneros (derechos a la exportación y a la importación). En función de la crisis absoluta de 1890, a fin de engrosar los ingresos fiscales y disminuir la situación de déficit fiscal, Pellegrini realizó algunas reformas en el sistema tributario. Se crearon tributos sobre artículos suntuarios o nocivos para la salud (como sobre la fabricación de algunos productos como alcoholes, cerveza, fósforos); se comenzó a cobrar un tributo a los bancos particulares y las sociedades anónimas cuya dirección no estuviera radicada en el país. Esta política de cargas internas tenía la intención de compensar la protección de la que gozaban a través de los altos derechos de importación, y de relativizar (aunque en forma mínima) la importancia de los impuestos externos o aduaneros. Por otro lado, las provincias tenían la facultad de establecer los mismos tributos, dándose situaciones de superposición tributaria sobre algunos productos. La discusión pasaba por cómo se podían repartir porcentajes de lo recaudado entre nación y provincias, sin arribar a un consenso. (Como nota de color, hay que recordar la cuestión irresuelta de la Coparticipación de recursos entre Nación y provincias en la actualidad).

Esta dependencia de las arcas públicas del comercio exterior significó que en momentos críticos, como durante la Primera Guerra Mundial, la recaudación aduanera estuvo temporalmente pero sustancialmente restringida. Por otro lado, durante el período existireron varios intentos fallidos de establecer un impuesto a la renta, incluso durante los años de gobiernos radicales.

La constante del período fue el déficit fiscal por la gran expansión del gasto público, a su vez que fue importante el endeudamiento externo. A pesar del importante gasto público, se trató de una política fiscal restrictiva (y no expansiva) por el carácter limitado del Estado en la generación de fondos (con empresas públicas, por ejemplo) y la recaudación fiscal casi exclusivamente proveniente del comercio exterior.


Cuadro 3





Fuente: Rapoport, 2010, p. 88.

En términos generales, se trataba de un sistema desordenado y desequilibrado, sin un presupuesto propiamente dicho, a partir de unos recursos fiscales provenientes de un conjunto inarticulado de impuestos, en su mayoría indirectos, sin existir un sistema tributario articulado y coherente. Se trataba asimismo de un sistema vulnerable, dependiente del devenir del comercio exterior, principalmente del volumen y precios de las exportaciones, lo que a su vez implicaba una dependencia del estado de las economías de los países compradores.


Cuadro 4

  
 Fuente: Rapoport, 2006, p. 94.



Política monetaria

Dentro de un marco general de política monetaria restrictiva, el período 1880-1930 no es lineal, suceden hechos significativos que marcan la agenda de la política monetaria del período.

El comienzo del período significa la unificación del sistema monetario hacia 1880. Antes, existía una dispersión de monedas en las distintas provincias. El Banco Nacional, bancos provinciales y bancos privados, emitían distintas monedas que circulaban en las provincias; en algunas con una actividad económica muy estrechamente ligada al comercio exterior, incluso circulaba moneda extranjera.

Dentro de una política librecambista, la disponibilidad de divisas y el valor de la moneda (la tasa de cambio) dependía, como en diferentes momentos de la economía argentina, de la situación del comercio exterior, del volumen de importaciones y exportaciones, y los términos de intercambio, y de los flujos de dinero del extranjero, tanto por la llegada de inversiones como por los préstamos de dinero (“empréstitos”); las inversiones y los préstamos se focalizaron en la construcción de infraestructura, como el ferrocarril, cuya red se extendió exponencialmente en el período (al punto tal, que la longitud de las vías férreas es considerada por Rapoport como uno de los indicadores para analizar el desarrollo económico del país).

Con la consolidación política posterior a 1880 (fue el año de la federalización de Buenos Aires, cerrando un conflicto de décadas entre Buenos Aires, el gobierno central y el resto de las provincias), se emprendía el camino de la consolidación de un sistema monetario nacional. En 1881 se estableció un patrón bimetálico (oro y plata), en 1883 se estableció el patrón oro, en función del cual se valorizaban los billetes papel que circulaban. Esos billetes eran, entonces, convertibles a oro, es decir que existía un sistema de convertibilidad.

Hay que tener presente que el respaldo con que contaba este sistema monetario era la expectativa del ingreso de oro desde el extranjero, lo cual hacía vulnerable al sistema dado que no era respaldado por oro nacional (porque Argentina no producía oro): el equilibrio monetario dependía de una balanza comercial favorable.

El sistema, en resumen, contaba con dos características principales: patrón oro y libre convertibilidad de la moneda.

Algunas dificultades de la política monetaria (del modelo económico en general) era la inexistencia de un marco institucional bancario y financiero, junto a la puja de algunos actores como los productores agropecuarios (a quienes les resultaba beneficioso la existencia de una moneda devaluada).

El año 1885 es un punto de quiebre por la falta de oro (“inconvertibilidad”); a partir de entonces convivieron dos sistemas monetarios: el papel moneda nacional, para uso interno, y el oro o la libra esterlina, que se utilizaba para el comercio exterior.

En cuanto al sistema bancario, desde el Banco de Buenos Aires de 1822 en adelante proliferaron instituciones bancarias, tanto públicas como privadas. Durante el MAE, se incrementaron las actividades crediticias de los bancos provinciales y privados, y sobre todo del Banco Nacional y el Banco Hipotecario Nacional. En 1891, luego de la crisis de 1890 (que veremos a continuación), se creó el Banco de la Nación Argentina. Hay que recordar la inexistencia de un Banco Central: el BCRA se creará con posterioridad a 1930.

Algunos hitos de la política económica del período fueron las crisis de 1873 (consecuencia de una crisis económica mundial), 1885 (la inconvertibilidad) y 1890 (debido a la explosión de una burbuja especulativa y el espectacular endeudamiento, situación que fue llamada “desquicio monetario y financiero”). El enorme endeudamiento externo era la causa determinante del descontrol monetario y financiero. La crisis de 1890 implicó que algunos bancos importantes se declararan en bancarrota, y que las acciones de bancos y empresas se desplomaran, así como los bonos gubernamentales. La solución surgió con la renegociación de los compromisos de la deuda, cuestión que se encaminó a su resolución recién en 1892. Y, principalmente, que la balanza comercial -talón de Aquiles del Modelo Agroexportador- comenzó a ser positiva en 1891, junto con una importante expansión de la producción agropecuaria, resultando en el aumento del volumen exportado.

En 1914, con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, luego del período de mayor prosperidad durante la primera década del siglo XX, se tomaron medidas de emergencia como la suspensión de la convertibilidad y otras de intervención estatal en la economía, inusual para una política económica de corte liberal. Esta situación de excepcionalidad culminó cuando se reanudó el nivel de exportación a partir de la recuperación de las economías centrales.

La interpretación sobre la última década del período, la de 1920, genera discrepancias en la historia económica, existiendo posturas que se acercan a una interpretación positiva, de crecimiento económico, y otras que encuentran un período de estancamiento, en función de las diferentes variables elegidas para realizar el análisis.

En definitiva, algunos inconvenientes que surgían tanto de la política fiscal como de la monetaria del modelo agroexportador, es que había un fuerte déficit fiscal producto de la expansión del gasto público (el gasto superaba un 56% a los ingresos); que derivaba en una importante emisión monetaria que a su vez devaluaba el valor de la moneda. Tanto la política fiscal como la monetaria giraban en torno a la política comercial y la vulnerabilidad de sus fluctuaciones, con el agravante de los problemas de endeudamiento y los requisitos de los acreedores. Entonces, tanto por lo comercial como por el endeudamiento externo, existió un fuerte condicionamiento externo de la política interna.


Cuadro 5



 Fuente: Rapoport, 2006, p. 89.



Bibliografía

Ferrer, A. (2008) La economía argentina: desde sus orígenes hasta principios del siglo XXI. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Gaggero, J. y Grasso, F. (2005). La cuestión tributaria en Argentina. Documento de Trabajo Nº5 CEFINDAR. Recuperado de http://www.cefid-ar.org.ar/documentos/DTN5LacuestiontributariaenArgentina.pdf

Rapoport, M. (2006). Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003). Buenos Aires: Ariel.

Rapoport, M. (2010). Las políticas económicas de la Argentina. Una breve historia. Buenos Aires: Editorial Booket.

Romero, R. (2016). Economía Política Teoría, conceptos y políticas económicas [borrador]. Buenos Aires: Ricardo Romero.
Weber, M. (1973). Ensayos sobre metodología sociológica. Buenos Aires. Amorrortu Editores

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