Brasil: Cuando el Real pesa
Tanto el gobierno de Inácio Lula da Silva como el de Dilma Rousseff tuvieron un esquema cruzado de política monetaria ortodoxa y fiscal expansiva, una línea económica que presentan como “desarrollismo monetarista”, y que durante casi una década sustentó el crecimiento, incluso. Sin embargo, la constante valorización del Real, que en julio alcanzó 1,52 $R por cada U$S –por debajo de la última cotización más alta alcanzada el 19 de enero de 1999 que fue de 1,55 por dólar–, encendieron las luces de alerta del tablero económico. Es que la matriz monetarista del desarrollismo petista se torna insostenible ante el contexto de cambio internacional. La apreciación de la moneda, sumado al proceso de inflación, obliga al gobierno de Rousseff a entrar en una acción activa de la política fiscal, en compensación de un esquema monetario ante un escenario que cada vez es más incierto.
A pesar de ser una política activa, no sale del esquema ortodoxo, porque el plan “Un Brasil Más Grande”, que destinará unos 16.000 millones de dólares a incentivos industriales, busca compensar pérdidas de competitividad a través de los costos, con la reducción de aportes patronales. Lo cierto es que la economía brasileña, en este marco cambiario, que además se propone evitar una devaluación, se ve cercado por el flujo de capitales que vienen al país, que pusieron sus reservas en 350 mil millones de dólares y no pudo ser compensado por medidas de esterilización financiera, como el desendeudamiento o las subastas sistemáticas de dólares que viene haciendo el Banco Central. Y si bien las exportaciones primarias brasileñas aún encuentran precios altos y demandas sustentables, la industria se ve socavada ante las importaciones.
De hecho, el ministro de Industria, Desarrollo y Comercio Exterior brasileño, Fernando Pimentel, rechazó el planteo de ver como proteccionista a la medida y sostuvo: “La situación mundial actual es de emergencia, no podemos quedarnos parados”, entendiendo que la acción responde a la nueva lógica del Siglo XXI con Estados Unidos y China como actores centrales, y afirmó: “La expansión de la emisión de moneda de Estados Unidos está causando una hecatombe en las monedas del mundo y con eso se crea un ambiente pesado de disputa comercial”. En la misma línea, Dilma Rousseff sostuvo: “Hoy, más que nunca, es imperativo defender la industria brasileña y nuestros empleos de la competencia desleal y de la guerra cambiaria”.
Si bien los cierres de cotización parecen dar un respiro, con un Real que perdió unos centavos en su valor respecto del dólar y se ubicó en 1,57, aún quedan pendientes otros efectos secundarios, como la inflación, y problemas estructurales, como la emisión de dólares de USA. Del primero, el presidente del Banco Central brasileño, Alexandre Tombini, visoró una perspectiva de reducción para los próximos meses, “la inflación está en un pico en este mes de agosto que de aquí en adelante caerá en forma expresiva”, sentenció. Aún así, el punto central del problema no está superado, la proliferación de billetes de la Reserva Federal norteamericana, por lo que este credo monetarista se torna débil y se entra en la necesidad de un nuevo marco de regulación cambiaria que sustente el fin de la divisa clave, como la comprendía Michael Aglietta. Punto a tener en cuenta, por su impacto sobre toda la región, especialmente sus socios comerciales, como Argentina.
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